domingo, 22 de junio de 2014

Taller de valores

EL REY Y SU HALCÓN

            Genghis Khan era un gran rey y guerrero.
            Llegó con su ejército a China y Persia, y conquistó muchas tierras. En todos los países, los hombres referían sus hazañas, y decían que desde Alejandro Magno no existía un rey como él.
            Una mañana, cuando descansaba de sus guerras, salió a cabalgar por los bosques. Lo acompañaban muchos de sus amigos. Cabalgaban jovialmente, llevando sus arcos y flechas. Sus criados los seguían con los perros.
            Era una alegre partida de caza. Sus gritos y sus risas resonaban en el bosque. Esperaban obtener muchas presas.
            En la muñeca el rey llevaba su halcón favorito, pues en esos tiempos se adiestraba a los halcones para cazar. A una orden de sus amos, echaban a volar y buscaban la presa desde el aire. Si veían un venado o un conejo, se lanzaban sobre él con la rapidez de una flecha.
            Todo el día Genghis Khan y sus cazadores atravesaron el bosque, pero no encontraron tantos animales como esperaban.
            Al anochecer emprendieron el regreso. El rey cabalgaba a menudo por los bosques y conocía todos los senderos. Así que mientras el resto de la partida tomaba el camino más corto, él eligió un camino más largo por un valle entre dos montañas.
            Había sido un día caluroso, y el rey tenía sed. Su halcón favorito había echado a volar, y sin duda encontraría el camino de regreso.
            El rey cabalgaba despacio. Una vez había visto un manantial de aguas claras cerca de ese sendero. ¡Ojalá pudiera encontrarlo ahora! Pero los tórridos días de verano habían secado todos los manantiales de la montaña.
            Al fin, para su alegría, vio agua goteando de una roca. Sabía que había un manantial más arriba. En la temporada de las lluvias, siempre corría por allí un arroyo caudaloso, pero ahora bajaba una gota por vez.
            El rey se apeó del caballo. Tomó un tazón de plata de su morral, y lo sostuvo para recoger las gotas que caían con lentitud.
            Tardaba mucho en llenarse, y el rey tenía tanta sed que apenas podía esperar. En cuanto el tazón se llenó, se lo llevó a los labios y se dispuso a beber.
            De pronto oyó un silbido en el aire, y le arrebataron el tazón de las manos. El agua se derramó en el suelo.
            El rey alzó la vista para ver quién le había hecho esto. Era el halcón.
            El halcón voló de aquí para allá varias veces, y al fin se posó en las rocas, a orillas del manantial.
            El rey recogió el tazón, y de nuevo se dispuso a llenarlo.
            Esta vez no esperó tanto tiempo. Cuando el tazón estuvo medio lleno, se lo acercó a la boca. Pero apenas lo intentó, el halcón se echó a volar y se lo arrebató de las manos.
            El rey empezó a enfurecerse. Lo intentó de nuevo, y por tercera vez el halcón le impidió beber.
            El rey montó en cólera.
            - ¿Cómo te atreves a actuar así? -exclamó-. Si te tuviera en mis manos, te retorcería el cuello.
            Llenó el tazón de nuevo. Pero antes de tratar de beber, desenvainó la espada.
            - Amigo halcón -dijo-, ésta es la última vez.
            No acababa de pronunciar estas palabras cuando el halcón bajó y le arrebató el tazón de la mano. Pero el rey lo estaba esperando. Con una rápida estocada abatió al ave.
            El pobre halcón cayó sangrando a los pies de su amo.
            - Ahora tienes lo que mereces -dijo Gesghis Khan.
            Pero cuando buscó el tazón, descubrió que había caído entre dos piedras, y que no podía recobrarlo.
            - De un  modo u otro, beberé agua de esa fuente -se dijo.
            Decidió trepar la empinada cuesta que conducía al lugar de donde goteaba el agua. Era un ascenso agotador, y cuanto más subía, más sed tenía.
            Al fin llegó al lugar. Allí había, en efecto, un charco de agua, ¿pero qué había en el charco? Una enorme serpiente muerta, de la especie más venenosa.
            El rey se detuvo. Olvidó la sed. Pensó sólo en el pobre pájaro muerto.
            - ¡El halcón me salvó la vida! -exclamó-. ¿Y cómo le pagué? Era mi mejor amigo, y lo he matado.
            Bajó la cuesta. Tomó suavemente al pájaro y lo puso en su morral. Luego montó a caballo y regresó deprisa, diciéndose:
            - Hoy he aprendido una lección, y es que nunca se debe actuar impulsado por la furia.
                                    Tomás Jefferson. Versión de James Baldwin
         



SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
            Objetivo.- Conseguir el hábito de dominar el temperamento y no actuar precipitadamente.
        Contenido: Autodominio

       Es el valor que nos ayuda a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.
 
    Para algunas personas, la falta de este valor se manifiesta por el deseo de convertirse en el centro de atención en todo lugar, acaparar las conversaciones, presumir de sus logros, compararse continuamente con los demás... El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles.

    Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:

    - Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.

       - Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.

      - Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. Escribe también aquellas en las que te has encontrado a gusto.

    La persona que aprende a controlarse interiormente tiene el privilegio de vivir una alegría auténtica, pues jamás se deja llevar por los disgustos y contratiempos; además, tiene la tranquilidad del deber cumplido, pues por el control que tiene sobre la comodidad, es capaz de cumplir con sus deberes oportunamente. Consecuentemente, todo esto le ayuda a tener excelentes relaciones personales, por la cordialidad y delicadeza que mantiene en su trato.                      
         Actividades.- 
            1. Leer y comentar el texto entre todos:
                a) ¿Por qué el halcón no le dejaba beber agua?
                b) ¿Cómo calificarías al halcón?
                c) ¿Cuál fue la equivocación del rey?
                d) ¿Cómo llamarías a este defecto?
                e) ¿En qué ocasiones se puede vivir la autodisciplina a lo largo del día?           


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